Con nosotras estaban todas, las vivas y las muertas, las ancianas y las jóvenes, las indígenas, las violadas, las discriminadas, las decididas en realizar un cambio, las esperanzadas de un mejor mañana, estábamos todas. Y, detrás de nosotras, venían las mujeres que iniciaron los cambios, por ahí se veía a Simone de Beauvoir, a Betty Friedan, a Kate Millet y a Gloria Steinem. Pensemos que todo de lo cual goza una mujer hoy en día, ha sido porque ha luchado por ello, entonces comenzamos a valorar nuestra realidad, y andar en bicicleta no es la excepción. 

A finales del siglo XIX era impensable ver a una mujer montando una bicicleta, ya que los manuales de comportamiento de la época dejaban muy en claro que una dama no podía llamar la atención en la calle. Las primeras bicicletas que salieron al mercado se vendían a precios exorbitantes, por lo que sólo los de mayor riqueza podía adquirir alguna. En particular, fueron las mujeres de la clase alta, las pioneras en montar sobre una bicicleta. A su alcance estaba la posibilidad de desplazarse con libertad y rapidez, salir al mundo dejando atrás los pequeños cuartos en las que habían sido encarceladas. Todas las miradas se dirigían hacia ellas, era un hecho sumamente transgresor considerando que andar de prisa, hablar alto o mover los brazos lejos del cuerpo era signo de mala educación. Una mujer andando en bicicleta iba en contra de las reglas establecidas, automáticamente se volvía en una persona de moral dudosa. Andar en bicicleta para una mujer significaba estar dispuesta a ser apedreada, insultada y agredida. Además, las primeras ciclistas tenían que vivir con el mito de la época que decía que la bicicleta era perjudicial para el organismo femenino, provocando esterilidad y trastornos nerviosos.  

Pero combatir los prejuicios de la época no fue el único obstáculo al que se enfrentaron las ciclistas. Conducir una bicicleta en pesados vestidos y apretados corsés que dificultaban la entrada de oxígeno, no funcionaba. Llegaron los bloomers (pantalones anchos) para escandalizar al mundo entero. Las mujeres que se atrevieron a usarlos fueron señaladas de pecaminosas y se les prohibía la entrada a los sitios públicos. Definitivamente la emancipación femenina había comenzado. Gracias a la persistencia de las ciclistas, la imagen de la mujer en bicicleta fue cambiando y con la baja de los precios en el mercado, cada vez más mujeres de todas las clases sociales pudieron adquirir una bicicleta. El mundo entendió que las mujeres son capaces de realizar las mismas hazañas que los hombres. Los médicos comenzaron a recomendar andar en bicicleta y los periodistas entendían a las ciclistas como la “nueva mujer”. El género femenino había conquistado un nuevo terreno. 

Actualmente múltiples marcas de bicicletas, equipo, ropa y accesorios de ciclismo ofrecen productos específicamente pensados en la mujer. La presencia femenina en este deporte se hizo presente a base de lucha y resistencia. 

Quedan muchas otras batallas que sortear, vendrán innumerables victorias que conquistar, pero es importante parar a reflexionar en los triunfos que ya se tienen. Votar, trabajo remunerado, participación en la esfera política, recibir educación y, andar en bicicleta, entre otros.